miércoles, enero 27, 2010

Fuego, un dios sin altar

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¿Cuántos espíritus caben en la nada?

Infinitos.
Pedazo de nada, partículas perdidas en el infinito
Esencia de todo, orgullosa especie ha de creerse

Dios no contó con que Nietzsche lo crucificaría
Y jamás pensó que Roma lo sacaría de su cruz
No previó que su pueblo lo abandonaría al final.

¿Dios? No contó con que tratarían de inventarlo
Su inexistencia es la gracia de la creación, su impronta
Tal vez no quepa tanto halago en su etéreo corazón.

Y antes sí que era la nada, inimaginable vacío
No cabría ni una partícula de imaginación allí
Ni siquiera el ánimo creador del más poderoso

Y sólo, tan sólo una breve llamarada, una chispa
Cómo la que he visto en cada una de sus miradas
O cómo la que se enciende en sus espíritus quebrados

Sólo una breve alegoría de ignición dio el impulso
Echó a andar la rueda del tiempo, dio vida al Eón
Consumió la nada por completo y dio a luz al infinito

Tan pequeña y débil manifestación de energía
Insignificante y desconocida esencia creadora
Ella nos regaló este rincón, patético ante el todo.

Y ustedes tomaron el fuego, al verdadero hijo de dios
Engendrado por la chispa, la cuál se hizo energía
Energía que junto a las cenizas de la nada, crearon todo

Y de verdad lo adoraron como un dios
Le rindieron culto y temieron su poder
Tanto temieron, por muchas generaciones

¡Oh mi querido e ingenioso neonato astral!
Mientras más cerca del fuego, más aprendías
Mientras más le adorabas, mejor lo manejabas

Lo terminarías sometiendo al fin a tu voluntad
Conquistaste a dios de forma magistral, soberbia
Nada te demoraste en convertirlo en tu instrumento

Subyugado y reducido a las más cotidianas necesidades
Energía basal, principio y demiurgo de la creación
Contigo caería la Orbe, espíritu, madre y hogar protector.
¿Quién tendría tu rostro ahora, mi creador?
Pues quién domina, domina hasta a sus dioses
Y a cada uno de ellos pondría sus propios rostros

¡Oh, antiguos panteones del alba de vuestra gloria!
Arcaico teatro de marionetas de eterna mascarada
Iluminad la nueva sabiduría bajo tus falsos ojos.

El rayo, hijo apenas más fornido que la madre chispa
Reveló a tus ojos a su hijo más imponente
Por eso sus largos dedos han de coronar altares

Ellos han de llamarte padre, aún tus hermanos
Han de reconocer en tu rostro el principio vital
Y siempre portarás la máscara del conquistador.

Y, en la cumbre, tu máscara portará desgracia
Humano caerás reemplazado por humano
Humano-bestia, humano-dios, humano-humano

Así perpetúas tu reinado absoluto
Así eres, a la vez, amo y servidor
Así te gobiernas, y a todo lo que tocas

¿No piensas que es demasiado?
Demasiado ego encerrado en tus entrañas
Demasiado, para un pedazo de nada

¿No te das cuenta que no te valoras?
Todo tu poder reside en tus creaciones
Tu orgullo se encuentra en tus obras

Pero dime, maravilla ínfima de la creación
Si has de portar el fuego original
No, no aquel que dominas, sino tu espíritu

Dime, partícula del inmenso astral
Aquel del orgullo inmenso
Aquel de la inocente humildad

¿Cuántos espíritus caben en la nada?

Demasiado orgulloso para querer contestar
Demasiado humilde para solamente callar
Demasiado minúsculo para darse cuenta

Que valora mucho sus insignificantes obras
Que menosprecia la grandeza de su espíritu
Que domina a todos sin control, menos a sí.

Bajo tus panteones y magníficas obras
Bajo la égida de tu progreso y decadencia
Responde entonces la pregunta ciega

¿Que has hecho con la chispa elemental en tu interior?

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